martes, 21 de julio de 2009

"No importa cómo nos llevamos, sino que ganemos"


De paso por Buenos Aires, mientras se recupera de la operación de cadera, David Nalbandian abre su fortaleza; habla de la Copa Davis, de lo que pasó, de lo que vendrá; defiende su modo de vida y espera jugar, al menos, dos años más.


El Vilas Racquet Club es un pequeño oasis mezclado en la efervescencia de la gran ciudad. Sol, tenis, libertad. Refugio ideal, también, para la intimidad de una charla. Allí espera, sonriente, sentado a cielo abierto, con el pelo recortado, David Nalbandian, 27 años, el tenista argentino más talentoso de los últimos diez años. Un agua con gas, una ensalada tapizada con vegetales y un cortado se saborean en casi una hora de palabras distendidas, frases picantes, verbos mordaces. La vida misma pasa en la voz del hombre que, mientras se recupera de una incómoda operación en la cadera (fue el 13 de mayo), le abre su fortaleza a LA NACION. "No me arrepiento de nada", lanza, más de una vez. Por su carrera, por su vida, por su relación grupal de Copa Davis.

"No me llevo ni bien ni mal con nadie", aclama, más tarde. Artista de los courts, actor de polémicas, de paso por Buenos Aires por asuntos médicos, toma la palabra, mientras espera recuperar su genio, en los courts, en teoría, días antes de la cita de Australia. "Antes de operarme, sabía que podía salir mal, pero nunca dudé: voy a volver. En la situación en la que estaba, no podía seguir más; la operación era el único camino. Pero no pienso en negativo: me tengo mucha fe. Fueron dos años con mucho dolor, con limitaciones tremendas para jugar. Gané torneos importantes en una pierna, como quien dice?. No podía caminar, hasta me costaba manejar", relata el Rey David, un apodo justo a su medida. "Voy a pelear para estar entre los cinco mejores otra vez. Mi idea, si estoy bien, es jugar hasta los 30 años. El tenista abandona más por el estrés mental que por el físico. Mirá los casos de Gaby (Sabatini) y de Coria. A mí no me va a pasar", lanza. Invita a espiar las huellas por ese camino.

-¿Sentís que todos te señalan?

-Yo tengo virtudes y defectos, eso ya lo sé. A mí me cuestionan las cosas que más disfruto, las cosas que me hacen bien. No saben que si no las hago cuando tengo un tiempo libre, me saturo. Y si lo hago es porque creo que está bien. Me fastidia que me digan lo que tengo que hacer; así es mi forma de ser.

-Es que muchos creen que podrías ser mejor de lo que sos, haber llegado más alto.

-Podría hacer esto, podría hacer aquello, siempre el vaso medio vacío. Sólo hay un N° 1 en el mundo, un 2 y así. Ningún argentino fue N° 1, ¿por qué me señalan a mí? En nuestro país no lo logró nadie. En nueve años de profesional, siete años de top ten. El tenis es muy complicado, no es sólo playas y hoteles. Te apuesto a que dejás a tu familia dos meses y terminas deprimido. Llorando.

-Tal vez, David, muchos soñaron con que podrías haber sido un N° 1.

-Mirá: nuestra vida es un bolso de viaje. Por eso necesito andar a caballo, nadar con tiburones, volar en jumping. Si no lo hago, me agoto del circuito. Y no me arrepiento. Mal no me fue: todos estos años estuve en los primeros planos.

Las palabras vuelan con la complicidad del cielo abierto. No buscan la polémica: son lanzadas con la distensión de la seguridad. El café se acaba, Nalbandian se relaja. Acepta el juego sin fastidio, con entereza. "Queremos que vuelvas, David; te extrañamos", lanza una señora coqueta. El cordobés sonríe. Hasta frente a preguntas que a cualquiera incomodan. "¿Mi peso? Mirá, si no cuidara el físico, no habría estado tanto tiempo entre los mejores", cuenta el hombre que sufrió, a la distancia, con la derrota en el match de la Copa Davis en República Checa. Hacia allí viaja David: hacia la gloria incomprendida. Hacia ciertas relaciones peligrosas. "Estoy seguro de que vamos a ganar la Copa Davis", marca territorio.

-Pero nunca se estuvo tan cerca como contra España.

-El año pasado dejamos pasar una oportunidad inmejorable. Cada vez que me acuerdo, me angustio. Pero no hay secretos para ganarla.

-¿Pero crees que todavía se puede, realmente?

-Sí, seguro. Antes, nos costaba ganar de visitante y en los últimos años cambiamos esa historia. Dos finales, una semifinal, no te olvides que antes peleábamos en la Zona Americana? Lo que pasa es que los argentinos somos muy exitistas. Somos lo que somos.

-¿Te molesta que se hable de cómo te llevás dentro del grupo?

-Tengo diferencias con todo el mundo, es normal. Todos tenemos diferencias, vos, yo, él. Y muchas veces, con las personas que tengo más cerca. A la hora de representar al país, no hay diferencias de nada. No interesa si el grupo es bueno o malo, lo que importa es que la Argentina gane.

-Pero la mención a cómo te llevas con tus compañeros?

-?yo sé cómo son las cosas. No importa cómo nos llevamos, sino que ganemos. Además, participé de los mejores años de la Davis. Lloré y sufrí mucho por ganarla.

-¿Vas a estar en la próxima convocatoria, a fines de febrero?

-Ojalá. Por mi lesión, el primer semestre de 2010 no debería ser muy intenso para mí. Si me llaman, será porque me necesitan.

-¿Si te dieran a elegir un torneo, con cuál te quedás? ¿Un Grand Slam o la Copa Davis?

-Prefiero la Davis. La presión, la cancha. Es especial. Es mi prioridad.

El tiempo vuela. David también debe volar: en un puñado de horas va a estar en Unquillo, en su lugar en el mundo. "Soy jugador de Copa Davis", advierte. Y saluda, con la mano derecha abierta y una sonrisa. Distendido, polémico, feliz. Tal cual es.

15 es el lugar que tiene en el ranking, lejos de la competencia. Llegó a ser N°3, en marzo de 2006. En su carrera obtuvo diez títulos.

GENTILEZA canchallena

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