jueves, 2 de julio de 2009

Federer revitalizado


Pintaba para una temporada adversa, pero todo cambió: el suizo, que será padre, ganó Roland Garros y si triunfa en el All England, donde ya es semifinalista, impondrá un récord de 15 Grand Slams y recuperará el N° 1.


LONDRES.- "No sufriste ningún quiebre de saque en el torneo, hasta que te cruzaste con Federer y él lo consiguió en dos ocasiones. ¿Por qué creés que fue?", le preguntaron a Ivo Karlovic cuando terminó su cuarto de final de Wimbledon contra Roger Federer. "Porque él es el mejor jugador del mundo", contestó el enorme croata con sencillez, inteligencia y hasta un poco de humor tras caer por 6-3, 7-5 y 7-6 (7-3).

Al principio del torneo se había planteado en estas páginas la cuestión de los cambios en el circuito masculino, especialmente en la lucha por la cima mundial, que encarnan Federer y Rafael Nadal. "Hay tantos jugadores con los que en cualquier momento todo se termina...", dijo el suizo ayer, número 2 del planeta, y aquí desprovisto de esa sombra que siempre representó para él el español. La frase habla de la inteligencia de quien pelea con la voluntad de un principiante por alcanzar el sitio más alto en la historia del tenis. Algo -el debate sobre si es tal "mejor de la historia"- que quizá, por más que aún siga ganando torneos importantes, no tenga respuesta. Pero es que un tipo como Roger Federer no espera un "sí": su grandeza siempre le dice que hay que ir más allá, que el objetivo siempre está adelante y que ciertas discusiones probablemente sean más importantes para otros que para él mismo.

Pongamos un poco en situación al suizo. Es el segundo del ranking, pero a la luz de las sensaciones populares nunca dejó de ser el mejor. En Australia lo adoran, en Roland Garros hicieron fuerza incluso para que Rafa Nadal perdiera; aquí, en el All England, es poco menos que el presidente del club, y en el Abierto de Estados Unidos su nombre tiene sabor a clásico. En tres torneos habla inglés; en Francia, francés. Y además, de nacimiento, sabe alemán. Un embajador.

Pero resulta que el hombre parecía perdido. Era como si, al arrebatarle el Nº 1 del mundo, Nadal le hubiera quitado el poder. Esa era la sensación desde afuera. Sólo la sensación, porque este muchacho de 27 años siguió alcanzando finales de certámenes de Grand Slam y nunca bajó del segundo puesto en el escalafón. Pero también ésa es una referencia clara de lo alto que está Federer en la consideración del mundo del tenis. Para alguien como él, ser el número 2 parecía una catástrofe, el final, la ruina. Y hasta él se vio afectado, porque sentía que no todo salía como siempre. Lloró en la entrega de premios del Open australiano, tras caer con Rafa, balbuceando un "no soporto esto". Volvió a romper una raqueta, después de años. Se humanizó. Tocó su fondo, que -está claro- no es el de los demás mortales.

Que hablen las estadísticas sobre este joven que ayer alcanzó la 21era semifinal consecutiva de campeonatos de Grand Slam. O que hable él mismo: "No es fácil ser tan consistente en los cuatro grandes. Pero también tengo otros objetivos: ganar torneos, mantenerme saludable, tener confianza, ganar partidos. No sólo los títulos de Grand Slam cuentan en mi vida, aunque es lindo ganar en los grandes escenarios. Puedo jugar mi mejor tenis y quedarme en los grandes torneos por un tiempo largo. Lo mismo sucede en el Masters".

"Me gusta jugar los grandes partidos y especialmente me gusta jugar a cinco sets. Probablemente sea aquí donde saco lo mejor de mí; no se trata sólo de la fortaleza mental, sino también de la física, de las cuestiones tácticas. Hay tantos jugadores con los que en cualquier momento todo se termina, que cada vez que avanzo en un torneo siento algo gratificante."

Durante esta temporada, aun durante el período de este raro desconcierto, Federer supo que sería padre. ¿Acaso alguien puede tener algún tipo de preocupación por un ranking mundial o un Grand Slam cuando le dicen que tendrá por delante el desafío de criar, educar y cuidar a una nueva persona en este mundo? Roger dio a conocer la noticia sólo cuando consideró que era el momento apropiado. Como cuando se va de vacaciones: es como un fantasma, nadie lo ve y todos nos enteramos luego de que estuvo en tal o cual lugar. Decidió entonces casarse con Miroslava Vavrinec, su novia, en una ceremonia superprivada.

El tipo que entra en la cancha con una chaqueta blanca cuyo cuello alto recuerda las de Elvis Presley o con un chaleco con solapa vive así su próxima paternidad: "Ya estuve en una situación parecida en París, al estar en los partidos finales, con Mirka embarazada. Está todo bien, porque ella lo vive muy relajada y eso me ayuda a estar enfocado, no tengo que distraerme por nada. Ella siempre me apoyó mucho. Pensé que iba a estar un poco más nerviosa, pero se siente muy bien, bárbaro . Eso me simplifica las cosas".

"Tratamos de pasar este fin de semana y luego ella puede relajarse por completo, porque algo de presión hay con tantos partidos importantes. Todo lo que venga, en un sentido o el otro, será muy importante."

El cambio personal precedió al deportivo. Le ganó la final del Masters 1000 de Madrid a Nadal; fue campeón en Roland Garros, donde obtuvo el único cetro de Grand Slam que le faltaba, y ahora está a sólo dos partidos de una enorme hazaña: lograr su sexto título en Wimbledon, batir el récord que comparte con Pete Sampras y ser el único tenista en la historia en ganar 15 major s, y, por último, recuperar la cima del ranking.

Roger Federer sabe que nada será fácil y que queda un trecho importante por recorrer. "Sería como estar escribiendo en los libros de historia del tenis... Pero no todavía. Queda mucho. Muchos puntos, muchos servicios, muchas derechas. Veremos." Así es la vida.

GENTILEZA canchallena

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